Declaración de S.E. Arzobispo Bernardito Auza
Nuncio Apostólico y Observador Permanente de la Santa Sede
a la Organización de Estados Americanos
Encuentro de Dos Mundos
Washington, D.C., 13 de octubre de 2016
Señora Presidenta,
Excelencias,
Señoras y Señores,
En primer lugar, quisiera agregar a las simpatías expresadas por el Santo Papa Francisco las más profundas condolencias de mi delegación a los representantes aquí presentes de los países de la región del Caribe y de los Estados Unidos que han sufrido la trágica pérdida de tantas vidas y propiedades tras el reciente Huracán Matthew. Las simpatías del Santo Padre y las mías van especialmente a la gente de Haití, que más ha sufrido.
Hoy la Santa Sede se une a la familia de la Organización de Estados Americanos en este día especial para América, cuando reflexionamos sobre el “Encuentro de Dos Mundos” y la llegada a este hemisferio en 1492 de Cristóbal Colón, el explorador genovés que navegó bajo el patronato y autoridad de la Reina Isabel de Castilla y el Rey Fernando de Aragón.
En nuestro mundo contemporáneo cada vez más devastado por la violencia y el sufrimiento humano, la palabra “encuentro” siempre debe tener un significado especial para nosotros. La palabra “encuentro” es un hilo de oro que une todas las acciones y palabras del Papa Francisco, una unificación inspiradora de lo que dice y hace. "Encuentro" evoca diálogo, puentes, solidaridad, fraternidad y caridad. El Papa Francisco habla de una diplomacia del encuentro hacia un conocimiento mutuo más profundo y un respeto mutuo, de diálogo para resolver conflictos, de diálogo para promover la unidad y para luchar contra la exclusión, de “caminar juntos” como una forma concreta de vida. Se trata de una diplomacia que trae consigo un mayor respeto a los países más débiles, negociación en vez de armas, y relaciones cordiales entre naciones.
El Papa Francisco también usa el término “cultura del encuentro” en la esfera del diálogo interreligioso e intercultural, los cuales son elementos muy importantes en la promoción de sociedades pacíficas e inclusivas para un desarrollo humano integral. En este sentido, aplaudimos la iniciativa del Secretario General anunciada a principios de septiembre en Roma de tomar un primer paso hacia la creación de una plataforma para un diálogo interreligioso fortalecido dentro de América.
El legado de este primer 'Encuentro' entre el Antiguo y el Nuevo Mundo ha sido, sobre todo, uno de enriquecimiento mutuo, a pesar de una ambivalencia y debate persistente. Mientras nos esforzamos hoy para no cometer los errores del pasado y alcanzar una mayor paz y seguridad dentro del continente, debemos inspirarnos en las vidas de aquellos heroicos individuos, tanto del Viejo como del Nuevo Mundo, que se opusieron, en palabras del Papa Francisco, ‘a la lógica de la espada con el poder de la Cruz’, colocando el servicio fraternal y el encuentro sobre la subyugación y dominación.
Hoy en día, el hemisferio continúa enfrentándose a numerosas crisis migratorias, a la violencia del narcotráfico, a disputas fronterizas, y a áreas en extrema pobreza, especialmente dentro de las comunidades indígenas, las cuales amenazan la dignidad básica de todas las personas afectadas. Sin embargo, la Santa Sede sigue creyendo que esta Organización puede hacer una diferencia en beneficio de todo el hemisferio, particularmente mediante el fortalecimiento de las capacidades institucionales en los estados miembro donde las instituciones democráticas continúan siendo frágiles y en el fomento del diálogo entre los países con conflictos no resueltos. En efecto, esta Organización tiene el deber y el llamado de hacer que el hemisferio sea un mejor lugar para vivir para todos sus ciudadanos, donde los frutos del “Encuentro de Dos Mundos” puedan continuar nutriendo y enriqueciendo a todos sus habitantes.
Muchas gracias.